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Profesora-investigadora de la Maestría en Ciencias en Salud de los
Trabajadores. Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. email:
smartin@correo.xoc.uam.
Resumen
La
investigación participativa (IP), también llamada investigación-acción (IA) ha
sido un aporte teórico-metodológico muy valioso para explorar y transformar
diferentes contextos sociales: salud, educación, comunidades, procesos de
comunicación y el sector laboral, entre otros. Sus principios implican la
reflexión sobre diferentes prácticas por parte de los grupos sociales, la
generación de nuevos conocimientos y la adquisición de un nuevo status tanto del
investigador como del grupo “investigado”, ya que se asume la capacidad de ambos
para generar y compartir conocimiento, entraña la intencionalidad de modificar
dichas prácticas en beneficio de las colectividades, como una forma de alcanzar
objetivos inmediatos pero también satisfactores a largo plazo. La
instrumentación de la investigación-acción atraviesa por recobrar su enorme
riqueza epistemológica, política, ideológica y ética. Una modalidad de la
investigación participante ha sido el Modelo Obrero Italiano, el cual se ha
impulsado, en diferentes momentos históricos, al interior de diversos centros de
trabajo y distintos contextos sociales. Su puesta en operación en algunos países
lo perfila aún como viable, aunque las actuales condiciones sociales, políticas
y económicas, señalan la necesidad de la generación de propuestas que permitan,
bajo la lógica de la investigación participante, generar un nuevo modelo que de
respuesta a las necesidades que la realidad plantea.
Participatory Research as Social Practice, and Its Contribution to
the Workplace Through Worker Models.
Abstract
Participatory research, also known as “actionoriented research” has
made valuable theoretical and methodological contributions that allow us to
explore and transform different social contexts: in health, education,
communities, communication processes and the labor sector, among others. Its
underpinnings allow thoughtful reflection on different practices by social
groups, the generation of new knowledge and the acquisition of a new status for
both the researcher as well as the group being researched, since both contribute
to the generation and sharing of knowledge, and it includes the intent of
changing practices to the benefit of a collective, as a way of achieving both
immediate and long-term objectives. The articulation of actionoriented research
goes through a process of recovering its enormous epistemological, political,
ideological and ethical value. One example of participatory research is the
Italian Worker Model, which has been implemented, at different times in history,
in diverse workplaces and in different social contexts. Its use in some
countries makes it still viable, although current social, political and economic
conditions indicate the need to develop new proposals that allow, under the
framework of participatory research, the generation of a new mode that is
responsive to these new realities.
Keywords: Participatory research, action-oriented research,
social practice, Italian Worker Model, ethics, epistemology.
Fecha
de recepción: 14 de Julio del 2007. Fecha de aceptación: 12 de
Octubre del 2007.
Introducción
La
investigación participativa (IP), también llamada investigación-acción (IA) ha
sido un aporte teórico-metodológico muy valioso para explorar y transformar
diferentes contextos sociales, con la finalidad de lograr mejores condiciones de
vida, salud, trabajo, educación, etc. Es una herramienta que ha sido utilizada
en distintos ámbitos, cuyos frutos se han puesto de manifiesto mediante
diferentes reportes, pero sobre todo, a través de cambios importantes que los
actores principales han logrado inducir en sus diversos medios.
Vizer
(2002) señala que “la investigación-acción aborda los análisis sobre las
prácticas sociales, y se fundamenta en una metodología inductiva (inducción
analítica, de lo particular hacia lo general). Su supuesto central se basa en
que la comprensión y la introducción de cambios en las prácticas son medios
adecuados para producir el mejoramiento de las mismas; tanto sobre la propia
situación en las que se realizan; como con respecto a la “racionalidad” de las
mismas (prácticas), y la comprensión del proceso integral” (p.2).
Por otro
lado, la investigación-acción se ha perfilado como una aproximación metodológica
de diferentes disciplinas científicas, principalmente en el
campo de las ciencias sociales: en la educación (García y Hernández, 1999), en las ciencias de la salud (Rodríguez, s/f), en la comunicación (Vizer, 2002), en el campo de la psicología (García, Balcázar y Balcázar, 2003), y en la salud en el trabajo (Oddone, 1974; Laurell, 1984; Noriega y Villegas, 1993, Martínez, 2000, Insapsel, 2005, Cárcoba, 2007), cuyos principios al interior de estas disciplinas están claramente identificados. Aunque no existe una definición universal, hay elementos que la homogeneizan, independientemente de los contextos donde ha sido puesta en marcha y, desde ese punto de vista, es posible identificar una tendencia hacia la recuperación universal de la investigación-acción como una forma de generar conocimiento, que puede triangularse con otras formas cualitativas y cuantitativas de aproximación al estudio de la realidad.
campo de las ciencias sociales: en la educación (García y Hernández, 1999), en las ciencias de la salud (Rodríguez, s/f), en la comunicación (Vizer, 2002), en el campo de la psicología (García, Balcázar y Balcázar, 2003), y en la salud en el trabajo (Oddone, 1974; Laurell, 1984; Noriega y Villegas, 1993, Martínez, 2000, Insapsel, 2005, Cárcoba, 2007), cuyos principios al interior de estas disciplinas están claramente identificados. Aunque no existe una definición universal, hay elementos que la homogeneizan, independientemente de los contextos donde ha sido puesta en marcha y, desde ese punto de vista, es posible identificar una tendencia hacia la recuperación universal de la investigación-acción como una forma de generar conocimiento, que puede triangularse con otras formas cualitativas y cuantitativas de aproximación al estudio de la realidad.
Vizer
(2002), señala que, dada la riqueza contenida en la investigación participante,
sus antecedentes se pueden rastrear desde los griegos, para quienes “…la praxis
se constituye en la comprensión de los procesos de transformación social
mediante las prácticas sociales, así como de las modalidades en que la reflexión
y la investigación debe promover la construcción de teoría (conocimiento) sobre
el propio proceso de transformación social. Es un proceso que asocia la acción
con la reflexión (auto-reflexión) y la teoría con la práctica. El término praxis
para los griegos se refería a la acción realizada a través de una práctica
reflexiva y crítica, y la investigación-acción puede encontrar sus antecedentes
en Aristóteles cuando propone la autorreflexión como un modo de adquirir conocimiento sobre las propias prácticas para su mejoramiento. La praxis requiere la reflexión sobre: a) La propia naturaleza de la acción, como es entendida por los autores, b) Las consecuencias de la propia acción, c) El contexto en que se le realiza. Esta reflexión debe transformar el núcleo de conocimientos del (o los) actor (es) para guiar acciones futuras” (p. 5).
en Aristóteles cuando propone la autorreflexión como un modo de adquirir conocimiento sobre las propias prácticas para su mejoramiento. La praxis requiere la reflexión sobre: a) La propia naturaleza de la acción, como es entendida por los autores, b) Las consecuencias de la propia acción, c) El contexto en que se le realiza. Esta reflexión debe transformar el núcleo de conocimientos del (o los) actor (es) para guiar acciones futuras” (p. 5).
El
principio básico de la investigación participativa, que se puede colegir de los
diferentes teóricos e investigadores sobre el tema, es “conocer para
transformar”. Este enunciado, que en un primer momento puede parecer pragmático,
posee sin embargo, a su interior, una enorme riqueza epistemológica, política,
ideológica y ética. Implica la reflexión sobre diferentes prácticas por parte de
los grupos sociales, determina la generación de nuevos conocimientos y la
adquisición de un nuevo status tanto del investigador como del grupo
“investigado”, ya que se asume la capacidad de ambos para generar y compartir
conocimiento, entraña la intencionalidad de modificar dichas prácticas en
beneficio de las colectividades, como una forma de alcanzar objetivos inmediatos
con la finalidad de trascender hacia la búsqueda de satisfactores a largo plazo
y con un sentido preventivo. Por este motivo quisiera centrar mi discurso sobre
esta riqueza y sus problemáticas concomitantes, ya que es posible mostrar las
potencialidades que la investigación-acción tiene para alcanzar su cometido
principal o, en todo caso, para asumir los límites que ésta entraña, sobre todo
al interior del mundo laboral.
Algunos
aspectos esenciales de la Investigación
Participante
Una de las
aportaciones epistemológicas que la investigación-acción ha hecho al campo
científico es replantear la relación que se establece entre el “sujeto” y el
“objeto” de investigación. La incorporación de los colectivos humanos como
elementos centrales para la generación de un nuevo conocimiento, cuestiona
fuertemente la supuesta “objetividad” con que deberían conducirse los
interesados en incursionar en el mundo científico. Más aún, como plantea Vizer
(2002), es necesario partir de un reconocimiento explícito de que en la
investigación-acción hay una inclusión deliberada de la praxis, de la acción,
del conocimiento y del tiempo como partes integrantes del proceso de
investigación. Argumenta que en la IA, hay una negación “…a separar a priori el
pensamiento de la acción y la producción de conocimiento de la comprensión sobre
la propia acción de conocer (el insight, la comprensión, el proceso que los
constructivistas radicales denominan el “conocimiento del conocimiento)” (Vizer,
2002, p.10)
El
referente epistemológico se encuentra presente en todo el proceso que sigue la
investigación participante, dado que los sujetos de investigación que
tradicionalmente se asumen como objetos de conocimiento, se constituyen en el
centro del accionar de esta metodología, como son los miembros de la comunidad,
el grupo de trabajadores, los maestros, los colonos, las mujeres, etc. Es decir,
en esta metodología, la problemática
identificada surge desde la propia experiencia, percepción y creencias de los involucrados y se establecen una relación cercana entre los “investigadores” y los “investigados”.
identificada surge desde la propia experiencia, percepción y creencias de los involucrados y se establecen una relación cercana entre los “investigadores” y los “investigados”.
Pero la
incorporación de los grupos humanos en el proceso de investigación debe
trascender también lo que Justo y Villarreal (2002) denominan “la visión
instrumental basada en la eficacia” para arribar a un tema fundamental que no
puede dejar de ser tomado en consideración cuando de investigación participativa
se trata: el de los derechos humanos: “…el agente debe ser incorporado al
proceso de investigación porque tiene derecho a participar en él y no por meras
razones instrumentales basadas en la eficacia”.
Partir del
concepto de derecho de participar implica también un fuerte cuestionamiento a
las formas paternalistas y tradicionales bajo las cuales se ha impulsado la
investigación participativa por muchas instituciones oficiales, las cuales
pretenden resolver problemas que las colectividades plantean y a quienes a
través de estas formas, no se les da “certificado de mayoría de
edad”.
Implica
asimismo, un fuerte cuestionamiento al “manoseo” de las comunidades y de los
grupos sociales que se constituyen en proveedores de información y en muchas
ocasiones de “mano de obra” barata, para la solución de problemas, que de ser
resueltos por parte de los diversos grupos en el poder, o bien por parte de las
empresas cuando se trata de colectivos obreros o de trabajadores de distintos
sectores, anularía probablemente la necesidad de la investigación acción, o le
daría otro derrotero. Es evidente que este “manoseo” se corresponde con las
“…razones instrumentales basadas en la eficacia”, a las que nos referimos
anteriormente.
Justo y
Villarreal (2002) también ponen al descubierto la dimensión moral de toda
investigación, la cual es imprescindible cuando se trabaja con individuos o
grupos humanos, sólo que en muchas ocasiones la asunción ética en la
investigación se limita a pedir el consentimiento informado –en el mejor de los
casos, porque a veces ni siquiera eso sucede– . Se obtiene la información y no
se retroalimenta a las comunidades. O bien, se les invita a participar pero sin
la noción de derecho planteada aquí. No se concibe a los individuos,
trabajadores, grupos sociales, con la capacidad de toma de decisión y su
incorporación al proceso de investigación, se da con la finalidad de que avalen
lo que la institución o el(a) investigador(a) lleva a cabo. Hay a final de
cuentas la noción de que los grupos necesitan que se les “guíe”, que se les diga
lo que tienen que hacer.
Si
mantenemos el principio de la incorporación de los colectivos al proceso de
investigación, como un requisito fundamental para la solución de lo que ellos
identifican como sus problemas, eso significa que estos problemas no
necesariamente se corresponderán con los intereses de los investigadores. Esto
es fundamental, ya que al asumirse los grupos como parte de la conducción de la
investigación, pueden hacerse responsables de sus acciones futuras para
transformar esa realidad que identifican como problemática. De igual manera, los
investigadores también deberán ubicarse en condiciones de igualdad y despojarse
de la pretensión de ser los únicos poseedores del conocimiento y que como tal,
conducirán a grupos sociales receptivos. Partiendo de estos principios, es
fundamental recuperar el siguiente planteamiento de Justo y Villarreal (2002, p.
2): “El
modo de neutralizar a las concepciones ideológicas de diferentes cuños que avalan la instrumentalización del hombre por el hombre, es la generalización de una conciencia moral de respeto por los derechos que todo ser humano merece en cuanto tal”.
modo de neutralizar a las concepciones ideológicas de diferentes cuños que avalan la instrumentalización del hombre por el hombre, es la generalización de una conciencia moral de respeto por los derechos que todo ser humano merece en cuanto tal”.
Tener
clara la dimensión de los derechos humanos obliga a un ejercicio de mayor
respeto, de justicia social y de recuperación de la equidad, cuando se piensa en
el desarrollo de la investigación como transformadora de la realidad, para
beneficio del hombre y la mujer como tales. Es decir, es necesario tomar en
consideración cuestionamientos como los siguientes: “…cómo afecta esa
investigación a todos los implicados, la pertinencia de tal investigación en
relación con las necesidades de la comunidad, la garantía del respeto de los
derechos de cada individuo real y potencial al que tal investigación puede
afectar y la participación de los miembros de la comunidad en las deliberaciones
que permitan llegar a consensos acerca de lo que es bueno para el individuo y
para el bien común. Esta perspectiva supone una concepción del agente como
miembro activo de la comunidad, como un ciudadano que genera opiniones y toma
decisiones, y no como un mero consumidor de bienes y servicios” (Justo y
Villarreal, 2002).
Asumir a
la ciudadanía, a las comunidades, a los trabajadores como agentes que generan
opiniones y poseen la capacidad de la toma de decisión, ubica a la investigación
participante con un potencial político para la búsqueda de transformación de la
realidad en función de un beneficio colectivo. No es casual el auge que la
investigación participativa tuvo, sobre todo en la década de los setenta a
partir de los trabajos realizados por Freire en Brasil o bien, en Italia en el
mismo período histórico, con la organización de amplios grupos de trabajadores
que cuestionaron al modelo médico hegemónico (Berlinguer, 1981) e impulsaron una
reforma sanitaria que alcanzó a la clase trabajadora, con el surgimiento del
Modelo Obrero Italiano (Oddone, 1974). Existen diversos testimonios (Ricchi,
1974), que muestran la capacidad que la investigación participante tiene al
reconocer lo lesivo que puede llegar a ser el trabajo y las alternativas de
solución que colectivamente se pueden generar.
La IP
como práctica esencialmente social
La
investigación participativa surgió en el sector educativo y se popularizó con
los aportes que en la década de los sesenta realizó Paulo Freire en Brasil, al
impulsar la educación popular como una corriente de pensamiento y de resistencia
cultural. “Para los movimientos sociales los aportes de Freire fueron decisivos
a la hora de construir formas de acción y reflexión colectivas, que les
permitieron adquirir autonomía de análisis y de comprensión de la realidad”
(Zibechi, 2007).
Freire
pugnaba por la incorporación de los participantes en todas las etapas del
proceso de investigación, de tal suerte que se pudiera establecer una relación
sujeto-sujeto. A final de cuentas, esta manera de concebir la investigación se
perfiló como una opción política mediante la cual los sectores marginados podían
resolver distintos problemas. Es evidente que desde sus orígenes hay implícita
una concepción política y ética que garantiza la incorporación digna de los
grupos humanos en la solución de los problemas que les conciernen.
En el
campo de la psicología también se ha identificado el origen de la
investigación-acción participante con las propuestas que Kurt Lewin hizo en 1946
(García, Balcázar y Suárez-Balcázar, 2003), quien resalta el papel del psicólogo
social como agente de intervención y cambio, lo que coadyuvó a que se impulsara
el desarrollo de la Psicología Comunitaria como una forma de aportar
“…herramientas a los miembros de las comunidades y grupos oprimidos para llevar
a cabo la transformación de su realidad social” (idem. p. 411). Lewin realizó
investigación acerca de las prácticas sociales tales como la producción en la
fábrica, la discriminación racial y hábitos en la compra de alimentos en la
década de los cuarenta y habló acerca de los ciclos en espiral que implican la
planeación, la acción, la observación y la reflexión, enfatizando el valor de
involucrar a los participantes en cada etapa (Levenstein, 2005).
En el
terreno de la comunicación también ha habido aportes interesantes relacionados
con la investigación- acción participativa. Bajo la denominación de
“comunicación comunitaria” se ha buscado participar en las temáticas relativas a
los movimientos sociales, las expresiones de la sociedad civil y a las nuevas
modalidades de asociación social, que han surgido como consecuencia de los
cambios importantes que se han suscitado, sobre todo, en Latinoamérica, después
del resurgimiento de las instituciones democráticas, una vez superado el período
de dictadura en que estuvieron sumidos varios países de la región (Vizer,
2002).
Por
supuesto, en el terreno de la salud pública la investigación participante ha
tenido también un papel destacado, en la medida en que ha convocado a las
comunidades a participar en el cuidado de la salud a través de la educación. Sin
embargo, a mi juicio, este espacio es uno de los que mejor ilustran las formas
en que se reproduce la dominación y mediatización de los grupos, a partir de una
comprensión particular que tienen de la investigación participante o de la
educación para la salud, ya que como señala Aída Rodríguez, especialista en el
campo de la salud pública, su “…trabajo se vincula a la Educación para la Salud,
como ésta se entiende y aplica en nuestros países; es decir, como la transmisión
de información sobre padecimientos y riesgos a la salud con el objeto de que la
población acepte, y realice conductas en beneficio de su salud. La posibilidad
de que la población tenga alguna forma de participación diferente a ésta se
considera lejana…” (Rodríguez, s/f).
Es
evidente que persiste la visión de la investigación participante como la
recolección de información por parte de los investigadores de una comunidad
pasiva, que participa en la medida en que la misma proporciona información.
Asimismo mantiene la visión de que sólo los médicos, psicólogos o aquellos que
poseen una formación profesional están capacitados para ofrecer soluciones que
la población deberá aceptar pasivamente.
Existen
también experiencias recientes desarrolladas a partir del uso de las nuevas
tecnologías (Sarlé, 2005). La propuesta se estructura alrededor de aspectos
metodológicos sobre cómo debería de generarse el conocimiento a partir de la
investigación participativa que es susceptible de desarrollarse en la red,
tomando en consideración la práctica cotidiana bajo la cual profesores de
distintas ciudades de Latinoamérica desarrollan su actividad.
Desde este
punto de vista aparece como novedosa esta forma de generar conocimientos, ya que
involucra la reflexión individual que se colectiviza a través de los relatos de
los maestros, toma en consideración las nuevas tecnologías y con ello se tiende
a la transformación/comprensión de la realidad estudiada. Particularmente la
narración de los maestros es sumamente interesante dado que permite sistematizar
la práctica cotidiana, sus saberes, sus supuestos, su quehacer profesional
“…constituye una fuente válida de información sobre aquello que efectivamente se
hace, se enseña y se aprende en las escuelas y una vía para la compresión de lo
que les sucede a los actores escolares cuando lo hacen” (Suárez 2005, citado en
Sarlé, 2005.
Esta forma
de investigación se ubica “en línea” ya que la construcción de los relatos y su
visibilidad en la WEB, abre la posibilidad de diseñar un dispositivo de
investigación a través de este medio. Sin embargo, en los planteamientos
realizados por Sarlé, no queda muy claro cómo se reconstruye todo el
conocimiento que los diferentes maestros vierten en línea y cuál es el papel del
investigador, así como cuáles son los resultados que han coadyuvado a la
transformación de las prácticas cotidianas que puedan llegar a percibirse como
problemáticas y susceptibles de cambio, en virtud de que éste es uno de los
planteamientos fundamentales de la investigación participante.
También
encontramos recientemente otras formas de desarrollo de la investigación
participativa a través de la práctica educativa. La forma en que los municipios
autónomos zapatistas han impulsado la educación recupera de manera fundamental
los principios de la investigación participante o la intencionalidad liberadora
de Paulo Freire, ya que para ellos “la educación sale del pensamiento de los
pueblos, en que los niños van a consultar a los viejitos de los pueblos y junto
con ellos van armando su propio material didáctico (…). A los que no saben no se
les pone cero, sino que el grupo no avanza hasta que todos vayan parejo, a nadie
se reprueba. A fin de curso los promotores indígenas –elegidos por sus
comunidades- organizan actividades que son presenciadas por los padres de
familia, quienes valoran el aprendizaje de los hijos, sin otorgarles ninguna
calificación” (Zibechi, 2007).
En
términos generales estas son algunas experiencias donde ha sido impulsada la
investigación participante con la finalidad de generar un conocimiento novedoso,
aunque en algunos casos, como en la salud pública, continúa presentándose un
enfoque tradicional de la misma.
Una visión
que nos permite recuperar la esencia de los planteamientos hechos hasta este
momento la provee Sirvent (2005), a propósito de la manera cómo entiende a la
investigación participativa: “…ha sido definida como un estilo o enfoque de la
investigación social y educativa que procura la participación real de la
población involucrada en el proceso de objetivación de la realidad en estudio,
con el doble objeto de generar conocimiento colectivo y científico sobre dicha
realidad y de promover la modificación de las condiciones que afectan la vida
cotidiana de los sectores populares.
Esta
manera de concebir el “hacer ciencia” en ciencias sociales, implica
características fundamentales tales como: a) Su intencionalidad política
referida a generar conocimiento científico, como instrumento para una
transformación social en una sociedad caracterizada por la injusticia social y
por un manejo perverso del poder social; b) Su opción epistemológica donde entre
otros conceptos claves se define el conocimiento como un espacio de
confrontación y lucha de clases; c) La incorporación de los sectores populares
como actores de un proceso de producción de conocimiento y d) La articulación
por tanto del trípode esencial de los procesos de investigación, participación y
educación”.
Estas
características señaladas recientemente por Sirvent (2005) sintetizan los
principios bajo los cuales se ha instrumentado la investigación participante no
sólo en la sociedad en su conjunto, a través de diversas prácticas,
desarrolladas en el sector educativo, popular, en el campo de la salud, sino que
se han reproducido de manera bastante fiel al interior del mundo laboral, ya que
la investigación participante se ha encontrado en el centro de muchas acciones
desarrolladas por grupos de trabajadores. Quizá una de las propuestas más
acabadas que guardan una correspondencia muy estrecha con esta forma de concebir
la generación de un nuevo conocimiento, con base en la participación de los
grupos humanos interesados en la transformación de su realidad, está
representada particularmente por el Modelo Obrero Italiano, que ha sido
instrumentado originalmente en Italia, después en distintos países de
Latinoamérica y recientemente en Estados Unidos, Venezuela y España.
El
Modelo Obrero
En la
década de los setenta surge el denominado Modelo Obrero Italiano (Oddone, 1974)
en el ámbito laboral, que representó una visión diferente de hacer investigación
en salud en el trabajo, dado que la participación de los trabajadores se
constituye en un elemento fundamental. Este modelo reconceptualiza en términos
teóricos, metodológicos pero sobre todo políticos la concepción que sobre la
salud laboral privaba en ese momento, la cual estaba representada por las
posturas más clásicas de la medicina del trabajo (Laurell, 1984) y de la
psicología industrial (Martínez, 2000). Propone una forma diferente de generar
conocimiento para transformar las condiciones en las cuales se lleva a cabo la
actividad laboral. Parte de recuperar la experiencia que los trabajadores han
acumulado a lo largo de toda una vida de trabajo y del conocimiento que logran
adquirir sobre las actividades que cotidianamente realizan.
Entre sus
principios básicos se encuentran: a) La no delegación de la salud que equivale a
que los trabajadores se apropien de ella de manera responsable, para garantizar
la atención de las problemáticas relacionadas con la misma, sin delegarla al
médico de la empresa o al representante o líder sindical. b) La conformación de
grupos homogéneos de exposición que participan en la aplicación de una encuesta
sobre condiciones de trabajo y de salud, para discutir y tomar decisiones de
manera colectiva sobre los principales problemas de exposición laboral que se
identifican al interior del centro laboral y finalmente; c) El acuerdo
consensuado al que llegan les permite crear una plataforma de demandas que en su
momento estarán en condiciones de negociar como parte del contrato colectivo de
trabajo. (Laurell, 1984). Con la información que se obtiene una vez aplicada la
encuesta colectiva y los acuerdos alcanzados sobre las temáticas en cuestión, se
nutre el mapa de riesgo, el cual permite dar un seguimiento a los avances que
los trabajadores tienen sobre el control de la nocividad laboral y el
mejoramiento de sus condiciones de salud.
El mapa de
riesgo es particularmente importante porque permite visualizar el proceso en su
conjunto o en partes, a través de una representación gráfica construida por los
propios trabajadores. Es una especie de fotografía o dibujo que ilustra desde el
inicio hasta el fin del proceso laboral. A su interior se identifican con
colores o figuras geométricas los diferentes riesgos y exigencias a los que se
encuentran sometidos los trabajadores, así como los sitios de mayor
problemática. Se identifican también los principales daños a la salud asociados
con éstos y las medidas que se han instrumentado para contrarrestar los efectos
nocivos. Los trabajadores proponen alternativamente una serie de medidas que a
su juicio podrían contrarrestar de manera más adecuada la problemática
identificada. A través de los cambios que va sufriendo el mapa de riesgo a lo
largo del tiempo, es posible ir verificando los avances o no que como grupo van
obteniendo día con día.
Una
cualidad del Modelo Obrero es su capacidad de ajustarse a cualquier ámbito, ya
sea industrial, de los servicios o en cooperativas de trabajadores, con la
condición de que la problemática sobre la cual se va a incidir realmente se
perciba como una necesidad a resolver de manera colectiva y que las
condiciones de exposición puedan ser compartidas por diversos sectores, para
garantizar la conformación del grupo homogéneo y que se pueda alcanzar, en su
caso, la validación consensual sobre la realidad compartida y la posible
problemática que deriva de la misma. En su fase instrumental se requiere
ajustar la encuesta colectiva para adecuarla a las necesidades del centro
laboral en estudio. Desde ese punto de vista, se perfila con potencialidades de
trasformar las condiciones laborales en cualquier centro de trabajo a reserva de
que los trabajadores acepten participar y/o impulsen la participación. La
participación de los trabajadores es fundamental, se encuentren o no
sindicalizados, ya que uno de sus principios establece la necesidad de
sistematizar el conocimiento que los mismos han adquirido a lo largo de su vida
laboral, y con base en ello, ampliar las posibilidades de lograr cambios, que
conlleven un beneficio colectivo.
Más
temprano que tarde, los trabajadores adquieren conciencia de su situación como
clase social e impulsan a través de sus diversas formas de organización, cambios
que tienden hacia el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y de vida, es
por ello, que la investigación participante es susceptible de implementarse en
cualquier ámbito, donde se encuentren presentes los grupos humanos ejerciendo
una actividad determinada.
En el caso
específico de México, este modelo se instrumentó en distintos centros de trabajo
en la década de los ochenta y principios de los noventa, logrando identificar a
través de la participación organizada de los trabajadores los diversos riesgos y
exigencias a los que se hayan expuestos y los daños a la salud asociados con los
mismos. Entre otros grupos de trabajadores se estudiaron las condiciones de
trabajo y de salud de mineros siderúrgicos (Laurell y Noriega, 1987), de
operarios del metro (Izco y Palacios, 1987), de operadores de transporte urbano
(Tovalín, 1989) de autobuses foráneos de pasajeros (Fernández, 1991), de
trabajadoras de la costura (Alvear, Ríos y Villegas, 1991); de una cooperativa
de refrescos (López y Martínez, 1989) y de mujeres insertas en la maquila
eléctrico-electrónica (Márquez y Romero 1988).
En Estados
Unidos también se ha desarrollado la investigación participativa al interior de
los centros de trabajo. Recientemente fue publicado un documento en honor a la
Dra. June Fisher, quien ha trabajado durante muchos años de su vida en impulsar
a la investigación-acción entre diversos grupos de trabajadores. Asimismo la
Dra. Fisher ha hecho escuela entre diversos investigadores que consideran que
este enfoque cualitativo permite una manera diferente de acercarse a la
generación de un nuevo conocimiento con la participación de los directamente
involucrados, en este caso, el sector laboral. Entre otros tópicos se analizan
diferentes aproximaciones de la investigación participante en distintos
contextos: Italia, Suecia y Japón, así como las experiencias tenidas con
distintos grupos de trabajadores y algunas de las consecuencias y retos que la
investigación participante plantea en el mundo actual. (Wigmore,
2005)
Una
experiencia reciente en Latinoamérica de implementación del Modelo Obrero es la
que se ha instrumentado en Venezuela bajo el gobierno Bolivariano, por parte del
Instituto Nacional de Prevención, Salud y Seguridad Laborales. Bajo la
denominación Modelo Obrero Venezolano se ha impulsado un plan estratégico en las
empresas de producción social (EPS), que son todas aquellas compañías
recuperadas, de autogestión, cogestión y cooperativas. Este plan se rige bajo
los principios del Modelo Italiano, y los describen de la siguiente manera: “la
no monetarización de los riesgos, la participación protagónica, el
reconocimiento del saber del trabajador y que los resultados sirvan para cambiar
la realidad de los trabajadores. En otras palabras, que ante la presencia de un
riesgo, como el trabajo con ruido o en alturas, no se debe pagar una prima por
la exposición a un peligro, sino eliminarlo o minimizarlo. En segundo lugar, que
los trabajadores deben ser partícipes en la decisión de las medidas que han de
aplicarse en el centro de trabajo. En tercer lugar, que el modelo debe
construirse con el conocimiento del trabajador, ya que es el único que conoce la
realidad del puesto de trabajo; y finalmente, de nada sirve todo el conocimiento
si no se aplica para mejorar las condiciones laborales” (Inpsasel, 2005, p.
1).
Es
importante señalar que impulsar un trabajo de esta naturaleza como el realizado
por este Instituto, sólo es posible bajo una mirada comprometida con la salud de
los trabajadores, que tiene un claro tinte político y cuyo objetivo es la
transformación de las condiciones laborales para la prevención de enfermedad y
muerte.
La
implementación de este modelo no quedó exenta de diversas críticas que al mismo
se le hicieron desde la década de los noventa (y que se podrían extender a la
investigación participante como tal), cuando se llevó a cabo un recuento de las
potencialidades, de su aplicación concreta en distintos centros de trabajo y las
principales problemáticas que se evidenciaron con su puesta en marcha, tal como
lo señalan Villegas y Noriega (1993): “la real participación de los trabajadores
en el proceso de selección del objeto de estudio, en el propio proceso de
investigación y en las propuestas de solución, está a nuestro modo de ver
cuestionada”. También señalan que la falta de consideración de la cultura de los
propios trabajadores ha llevado a tomar acciones al margen de los propios
afectados. Asimismo resaltan que la investigación participante al interior de
los centros de trabajo, a pesar del gran desarrollo teórico-metodológico y
político no ha sido capaz de reflexionar colectivamente sobre las
características de los propios afectados, es decir contextualizarlos en términos
políticos y culturales que incluyan la conciencia, la movilización y la
organización. Se requiere “…comprender y reflexionar sobre la participación de
los sujetos de la investigación cuando a la vez son objeto de la misma; sobre lo
que significa la experiencia de los trabajadores para la generación y para la
socialización de ese conocimiento; sobre las formas de movilización y de
participación de los trabajadores en la salud; sobre las diferencias entre la
experiencia individual y colectiva; sobre los intereses por los cuales los
trabajadores se agrupan”. (Idem. p. 15)
No
obstante que estas críticas se desarrollaron en función de la puesta en práctica
del Modelo Obrero en el contexto latinoamericano, alcanzan con creces a la
investigación participante y a los diversos ámbitos, sectores e impulsores donde
la misma se ha tomado como referente para la generación de nuevos conocimientos
y la transformación de la realidad en estudio. Por otro lado, las críticas
vertidas al Modelo Obrero han permitido reflexionar sobre el mismo, apuntalarlo
y retomarlo en la actualidad como una aproximación teórica y metodológica
vigente, tal como viene sucediendo en Venezuela, donde al parecer aún es
posible garantizar ciertas condiciones de estabilidad laboral en los centros de
trabajo, de regulación laboral mediante contratos colectivos, de participación
organizada de los trabajadores mediante la representación sindical. En estas
condiciones se encuentran por lo menos, aquellas empresas recuperadas, de
autogestión, cogestión y cooperativas donde está siendo puesto en
marcha.
En otros
países como México, aun hay amplios sectores productivos donde los trabajadores
tienen garantizadas las condiciones de estabilidad y de asociación sindical, por
lo menos en términos formales y donde la viabilidad del Modelo Obrero aún sería
posible. Sin embargo, cada vez son menos frecuentes los empleos estables y
particularmente la Secretaría de Trabajo y Previsión Social está impulsando
fuertemente los cambios en la legislación laboral, para legitimar en la ley lo
que por la vía de los hechos se viene haciendo hace muchos años, con la anuencia
de muchos sindicatos que no representan a los trabajadores: se han socavado las
prestaciones laborales, la inestabilidad en el trabajo es cada vez más
frecuente, la desregulación laboral existe en muchos centros de trabajo, el
aumento de la productividad se viene dando por la intensificación del trabajo,
las formas de contratación son vía la terciarización o outsourcing, quitándole a
las empresas la responsabilidad que tienen para con los trabajadores, etc.
(Gómez, 2007)
A nivel
mundial y como consecuencia de la globalización, las cosas no son mejores para
la clase trabajadora, tal como lo señala Ángel Cárcoba a propósito de la
presentación de un libro que tituló con el lema del Modelo Obrero “La salud no
se vende, ni se delega, se defiende” el cual hace un recuento de cómo el Modelo
Obrero Italiano llegó a España. (Cárcoba, 2007)
De acuerdo
con Cárcoba “La salud laboral es el proceso mediante el cual unos obtienen
plusvalía y beneficios y otros enfermedad y muerte”. Planteamiento que muestra
la visión crítica que permea al Modelo Obrero. Denunció asimismo que cada año
mueren en el mundo 2,200,000 trabajadores y se interroga “¿Qué otra causa, ni
guerras tan siquiera, ocasionan tanto sufrimiento y tanta muerte? Es donde la
lucha de clase se muestra de la forma más brutal. Nos pueden quitar salarios,
nos pueden deslocalizar, pero ocasionarnos la enfermedad y la muerte a más de
2.000.000 de trabajadores al año en el mundo, es lo más brutal de la lucha de
clase”. Considera que estas muertes responden a un tipo de delincuencia “fría,
calculada y aceptada socialmente”, los italianos los denominan “homicidios
blancos”, los ingleses “asesinatos de corporación”. En
México se les llama riesgos de trabajo, lo que equivale a que enfermar o morir a consecuencia del trabajo que se realiza es un riesgo como tal, ¿lo podríamos ubicar bajo las mismas consideraciones que hace Cárcoba en el sentido de que es un tipo de delincuencia “fría, calculada y aceptada socialmente”?
México se les llama riesgos de trabajo, lo que equivale a que enfermar o morir a consecuencia del trabajo que se realiza es un riesgo como tal, ¿lo podríamos ubicar bajo las mismas consideraciones que hace Cárcoba en el sentido de que es un tipo de delincuencia “fría, calculada y aceptada socialmente”?
Parte de
las reflexiones que Cárcoba realiza a propósito de los cambios que se han venido
dando en la actualidad señalan que “El modelo obrero italiano tenía como
escenario de actuación un lugar de trabajo estable, fijo, con trabajadores
predeterminados (hombres, no extranjeros, de gran empresa…) y unas relaciones
jurídicas ligadas a un contrato de trabajo. El empleo se correspondía con un
trabajo remunerado y el trabajo remunerado equivalía a un trabajo regulado. Todo
esto ha cambiado. La desregulación se ha impuesto. Si el empleo ya no es fijo,
ni estable, ni presencial, ni a tiempo completo, sometido a una permanente
alternancia de exposición a riesgos, con colectivos de inmigrantes
invisibilizados socialmente, es indudable que habrá que diseñar una nueva
estrategia capaz de construir contrapoderes frentes a estas nuevas realidades”
(Cárcoba, 2007).
Sin lugar
a dudas el Modelo Obrero en su versión original es viable en aquellos espacios
que no han sido alcanzados por la globalización, pero éstos
son cada vez los menos. No obstante los principios que vertebran al Modelo Obrero, tales como la recuperación de la subjetividad o experiencia obrera y la no delegación, son potencialmente transformadores, independientemente de que los trabajadores cuenten o no con un centro laboral establecido y formalizado. Estos principios se corresponden de manera estrecha con los que sustentan a la investigación participante, de hecho, el Modelo Obrero entra a formar parte de ésta. Por tanto es necesario, tener en consideración este potencial transformador que poseen los trabajadores, al momento de replantearse, de acuerdo con lo que señala Cárcoba, la generación de modelos alternativos que puedan dar respuesta a “…las nuevas realidades sociales, económicas, jurídicas, ideológicas y políticas de principios del siglo XXI”.
son cada vez los menos. No obstante los principios que vertebran al Modelo Obrero, tales como la recuperación de la subjetividad o experiencia obrera y la no delegación, son potencialmente transformadores, independientemente de que los trabajadores cuenten o no con un centro laboral establecido y formalizado. Estos principios se corresponden de manera estrecha con los que sustentan a la investigación participante, de hecho, el Modelo Obrero entra a formar parte de ésta. Por tanto es necesario, tener en consideración este potencial transformador que poseen los trabajadores, al momento de replantearse, de acuerdo con lo que señala Cárcoba, la generación de modelos alternativos que puedan dar respuesta a “…las nuevas realidades sociales, económicas, jurídicas, ideológicas y políticas de principios del siglo XXI”.
En su
convocatoria hecha a trabajadores, activistas de la salud, sindicalistas y
expertos, hace énfasis en la necesidad de discutir los distintos conceptos
relacionados con la salud de los trabajadores que a lo largo de la historia
obrera han estado en el centro del debate, con la finalidad de continuar
avanzando desde la visión más tradicional de la medicina del trabajo y de la
seguridad laboral, hasta alcanzar un consenso sobre los elementos que den cuenta
de la esencia contenida en el concepto “salud de los trabajadores”, para que, en
determinado momento, realmente éstos puedan llegar a ser protagonistas de su
historia, con capacidad de decidir de qué no quieren enfermar y de qué no
quieren morir.
Conclusiones
Las
potencialidades de la investigación participativa son muchísimas, tantas como
actores sociales podamos identificar, o para decirlo más claramente, depende del
ser humano puesto en movimiento como ser social para resolver la problemática
que la vida misma le imprime en cada día de su existencia. Su disposición para
participar implica asumirse como sujeto activo de transformación y del espacio
concreto que aparezca como problemático.
De esta
manera podemos identificar a la investigación participante desplegándose en
diferentes contextos por distintas disciplinas, que entienden que los cambios y
transformaciones sólo serán posibles con el trabajo organizado y voluntario de
los distintos actores sociales que conforman nuestra realidad.
El impulso
a la investigación participante, responde también a una estrategia centrada en
la lucha de clases por lograr hegemonizar los espacios que permiten la
reproducción cotidiana de los grupos sociales y por tanto, alcanza a todos
aquellos espacios donde se encuentre presente el ser humano.
A pesar de
no haberse identificado trabajos recientes –salvo el venezolano y el dedicado a
la Dra. Fisher- que reporten la puesta en marcha del modelo obrero como una
forma de investigación participante al interior de los centros de trabajo, las
condiciones actuales por las que atraviesa la sociedad, permeadas por el
neoliberalismo galopante y los Estados en decadencia, que han tenido serias
repercusiones sobre las poblaciones, ha hecho que la investigación participante
se recupere como una forma de organización y de lucha para impulsar las
transformaciones que amplios sectores de la sociedad están demandando a
distintos niveles, tal como está sucediendo con el trabajo organizado en
Venezuela o con los indígenas zapatistas que han venido a darnos muestras de
dignidad y de sabiduría.
La
tendencia que se perfila a nivel mundial sobre la presencia de enfermedades
diversas incluidos los trastornos mentales, psicosomáticos, el distrés y la
fatiga, así como el número alarmante de accidentes y muertes ocurridas al
interior del mundo laboral, obliga a los estudiosos de este campo comprometidos
con la salud de los trabajadores, a estudiar las condiciones laborales en
coordinación con los trabajadores, de tal suerte que de manera conjunta se
puedan delinear acciones a emprender para disminuir esta problemática y hacer
más dignas las condiciones de trabajo.
La
embestida del capital es artera, sin embargo, en este momento histórico el
capital mismo, está sentando las bases, aún sin proponérselo, para que amplios
sectores de la vida social tiendan hacia formas específicas de organización, que
permitan contrarrestar los diversos efectos que sobre los trabajadores tiene el
avance del neoliberalismo y de la globalización en sus formas más recientes:
pérdida de estabilidad laboral, eliminación de cláusulas contractuales que
garantizan condiciones de trabajo y prestaciones sociales históricamente
ganadas, pérdida de regulación en materia laboral, eliminación de sindicatos y
despido de dirigentes, bajos salarios, intensificación del ritmo de trabajo para
quienes aún conservan el empleo, etcétera. El modelo obrero con su esencia
política, nos ha dejado un gran legado que muestra la potencialidad que la clase
trabajadora puede tener cuando se encuentra en lucha por la defensa de sus
derechos. Ahora es necesario innovar formas diferentes, acordes con la nueva
situación económica, política y social que la globalización ha venido definiendo
para los distintos países que conforman el orbe. La innovación tendrá que partir
de los propios involucrados, se encuentren laborando en un empleo estable o no,
en el sector informal, en el de los servicios, en el campo o en la ciudad.
Mientras haya trabajadores laborando en condiciones de explotación y de
alienación estarán dadas las condiciones para el desarrollo de formas diferentes
de lucha por sus derechos, donde la lucha por la salud es
incuestionable.
De la
misma forma, la investigación participante ha venido ocupando diversos espacios
que permiten que los actores sociales se incorporen en la búsqueda de solución
de los grandes problemas que los aquejan. En su momento, la sociedad organizada
bajo la modalidad de colonos, estudiantes, trabajadores, campesinos, mujeres,
burócratas, indígenas, etc, tendrá que dar una respuesta. Seguramente la
investigación participante
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